
6 de junio del 2009. El cielo de Vigo lucía con ciertas nubes que a ratos tapaban a un sol que se quería dejar ver. Esa misma tarde, el estadio de Balaídos presenciaría la jornada número 40 de la Segunda División, que en ningún caso resultaría ser un partido normal y corriente. El Celta se enfrentaba al Deportivo Alavés –de Gaizka Garitano y Óscar de Marcos, entre otros- en un partido clave en la lucha por evitar el descenso a la 2ª división B, algo que sería catastrófico para ambos, pero especialmente para el club galego, que estaba en una delicada situación económica. Si el equipo celeste ganaba, certificaba la permanencia. De no ser así, perdería el pequeño colchón de tres puntos que tenía y se metería de lleno en la puja.
Fue un choque que, de tener un aficionado celtista que definirlo con una palabra, seguramente diría sufrimiento. Como toda la temporada. El Alavés fue superior y las paradas de Ismael Falcón fueron claves para dejar intactas las opciones del Celta de ganar el partido. En el minuto 60, Eusebio, con gran valentía, retiró del campo a Oscar Díaz y le dió la entrada a un joven canterano que todavía no había jugado con el primer equipo en Balaídos: Iago Aspas.
El moañés adelantó en el minuto 80 al Celta y las gradas de Balaídos estallaron de alegría al ver que la permanencia se rozaba con los dedos. Sin embargo, en el minuto 88, Juanjo haría el 1-1, enmudeciendo a un estadio cansado de sufrir y que volvía a verlo todo de color negro. Pero tan solo dos minutos después, el joven Iago hacía otro gol y el éxtasis era doble. El partido acabó 2-1, el Celta acuñó la salvación y nacía una nueva leyenda celtista. Iago Aspas espantó las nubes y el sol lucía espléndido en Vigo.

En la temporada 10/11 cogió las riendas del proyecto Paco Herrera, que cambió el estado de ánimo del equipo y de la ciudad, y de la mano de la gran hornada de jóvenes que salieron de la cantera de A Madroa, el Celta se asentó entre los equipos dominantes de la categoría. Ese mismo año, los vigueses jugaron la fase de ascenso, a la que llegaban en el peor momento de la temporada, y cayeron de forma cruel en Granada, en una tanda de penaltis.
Al año siguiente, los canteranos dieron un paso adelante y llegó alguna incorporación que consolidó al Celta como un equipo a tener muy en cuenta. Sin embargo, en la punta del ataque se presentaba una pequeña carencia, con un irregular David Rodríguez que no acababa de dar el muy buen rendimiento que había dado la temporada anterior. Entonces a Paco Herrera se le ocurrió algo que, sin duda, considerará una de las mejores decisiones de su carrera como técnico: ubicar a Aspas como delantero centro, pese a que no era su posición natural, y darle partidos para que pudiese mostrar todo su potencial. Y el salvador explotó, formando una sociedad letal principalmente con Orellana, y haciendo la friolera de 23 goles. El Celta no podía conseguir el ansiado ascenso de otra manera que no fuese con su “mesías” particular teniendo un papel capital.
Ya en Primera División, Iago Aspas completó una primera vuelta brillante, erigiéndose como la revelación de la temporada en el fútbol español –o una de ellas-, y siendo fundamental en un Celta que convencía en cuanto a juego, pero no conseguía plasmarlo en resultados. A partir de diciembre, empezaron a sonar cantos de sirenas de clubes muy potentes, y cuenta la leyenda –recuerdo que el propio Paco lo dijo en una rueda de prensa- que fue algo que influyó mucho en la bajada de rendimiento del moañés en la segunda vuelta, y en consecuencia del Celta, que cada vez mostraba una mayor dependencia de su jugador franquicia.
Aquella segunda vuelta fue muy tortuosa para el celtismo. Los resultados no llegaban y se acabaron esfumando las buenas sensaciones que sí había en la primera vuelta. Herrera fue destituído. A falta de dos jornadas para que concluyese la liga, el Celta estaba metido en el pozo del descenso, y la estadística le otorgaba un 4,01% de probabilidades de conseguir la salvación. En la penúltima jornada de liga consiguieron llevarse los tres puntos de Pucela, dejando todo el pescado por vender para la última jornada. Llegada la 38ª fecha, el Celta tenía que ganar al Espanyol en Balaídos y dependía de que su eterno rival –qué caprichoso es el destino- no consiguiera los tres puntos en casa ante la Real Sociedad para completar la épica salvación. El equipo donostiarra sólo tenía que ganar para acabar la liga en puestos de Champions, y lo consiguió gracias a un tanto de Griezmann. Simultáneamente, ese Iago Aspas que había bajado el rendimiento en la segunda vuelta, dejaba sentado a Colotto y asistía a Natxo Insa para que éste mandase el gol de la permanencia al fondo de la red. Otra vez. El mesías era protagonista de una gesta una vez más.

En el verano del 2013, un gigante del continente como lo es el Liverpool apostó fuerte por llevarse a Iago Aspas a las islas británicas, y el de Moaña entendió que era el momento de volar y probar retos a mayor escala. Así lo anunció entre lágrimas en una emocionante despedida en la que el propio Iago no se cansó de decir que aquella es su casa y que volvería.
Probó suerte en Liverpool, pero dos bestias llamadas Luis Suárez y Daniel Sturridge, que hicieron probablemente el mejor año de su carrera, lo dejaron casi sin oportunidades de demostrar lo gran futbolista que es. Después probó suerte en Sevilla, y pese a demostrar con creces su gran nivel en los ratitos que jugó, volvió a pagar el pato de competir por el puesto con grandísimos jugadores que se encontraban en grandísimos momentos de forma.
El círculo se completó hace tres días, cuando el Celta hizo oficial la noticia que tanto esperaba leer el celtismo: Iago volvía a casa. Un club no puede hacer un fichaje más ilusionante que éste. Un fichaje de un romanticismo -cada vez menos presente en el fútbol- infinito. Una historia de amor en toda regla en la que todavía quedan muchos capítulos por escribir, tal vez los más ambiciosos e ilusionantes. Quién sabe, quizás Iago esté predestinado a ser el que aparte las nubes y haga que luzca el sol sólo en las Rías Baixas, como hizo el 6 de junio del 2009.
